Estudios. Estudios. Estudios. Ha sido la única palabra que llenaba mis pensamientos durante los últimos dos años. La presión que me ejercía sobre mí misma era demasiado grande. No soy una persona demasiado orgullosa ni demasiado ambiciosa. Soy la típica chica que le gusta pasar desapercibida, rodeada de libros y escuchando música todo el tiempo -todo un cliché, vamos - y por lo tanto, nada de vida amorosa. Mi meta es estudiar Traducción e Interpretación, irme a estudiar fuera de mi ciudad, hacer nuevas amistades, conocer nuevos lugares y ¿porqué no? también enamorarme.
El año pasado no lo logré por graves errores que cometí, pero este año lo conseguiré. Quiero estudiar Traducción e Interpretación, de verdad. Sin embargo, siento que estoy sometida a mucha presión. Tanta que he tenido ocasiones en que me costaba respirar, mi pecho se comprimía y mi mente estaba en blanco. Tengo miedo de decepcionar a muchas personas, sobre todo a mis padres. Tienes sus problemas, pero últimamente se les han acumulado demasiados y la rabia, la impotencia que sienten la descargan sobre mí o mi hermano como si me echaran un cubo lleno de agua fría. No me malinterpretéis, no me maltratan físicamente, pero su actitud hacia nosotros es completamente diferente a como son ellos mismos en realidad. Los entiendo, pero a veces necesito un abrazo cuando me siento mal o "¿Qué tal te fue en tu día?" y últimamente las muestras de cariño y de interés han caido en picado.
Siento que tengo demasiado peso sobre mis hombros y ha llegado un momento en que estoy desconcentrada y desanimada para estudiar. Estoy a 20 días de los exámenes cruciales o como me gusta llamarlos "La cruda Selectividad". Ya viví la experiencia el año pasado y no fue nada agradable. Espero que este año sea algo mejor, sobre todo, quiero ir con menos nervios. Sin embargo, la presión ha aumentado este año. No quiero pensar en que no voy a lograrlo, pero he de ser realista. He de pensar en un plan B si no lo consigo. Lo tengo, pero no es lo que quiero.
Mel.